Las necesidades educativas del movimiento obrero: una imaginación radical

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[Utilicé ChatGPT (Inteligencia Artificial)  para traducir la versión en inglés al español.]

La izquierda radical en Toronto (y probablemente en otros lugares) no ha logrado comprometerse con la imaginación radical. Cuando participé como facilitador en algunos talleres educativos para trabajadores y representantes de trabajadores en la Autoridad del Aeropuerto del Gran Toronto (GTAA, por sus siglas en inglés), otros dos izquierdistas y yo creamos un programa que incluía tres secciones sobre el capitalismo. La primera sección trataba sobre la clase capitalista (una parte de la clase de los empleadores), la segunda sobre la clase trabajadora y la tercera sobre el estado capitalista (o el gobierno capitalista). Fue una sesión de dos días.

Sin embargo, la siguiente sesión se redujo a un solo día. Se omitieron las secciones sobre la clase capitalista, la clase trabajadora y el estado o gobierno capitalista. Yo acepté tal omisión… y luego lo lamenté. Debí haber sido más enérgico en mis objeciones.

¡Esperamos más de dos años para ofrecer otro curso!

Finalmente, este año, los dos hombres ofrecieron otro curso (yo me había retirado de la organización a la que ellos pertenecían). Sería interesante averiguar si ese curso se centró exclusivamente en el activismo obrero a nivel local y excluyó el contexto más general de una economía dominada por una clase de empleadores y las estructuras sociales relacionadas que acompañan esa dominación. ¿Incluyeron contenido que implicara la imaginación radical?

A continuación, se cita un pasaje del libro de Stanley Aronowitz, The Death and Life of American Labor: Toward a New Workers’ Movement. Londres: Verso, 2014, casi al final del capítulo 6 (sin número de página):

Hoy en día, la educación laboral ha sufrido una fuerte decadencia. Después de la Segunda Guerra Mundial, algunos sindicatos confiaron principalmente en programas universitarios de formación para líderes sindicales a fin de capacitar a sus delegados y dirigentes de base en administración de contratos, derecho laboral y acción política; otros enviaron a su personal de organización y servicios a tiempo completo a sesiones breves de educación y formación ofrecidas por las universidades. En la década de 1970, la educación para trabajadores entró en una nueva fase cuando algunas universidades comenzaron a ofrecer programas de titulación a los miembros del sindicato y a sus familias. Actualmente, hay formación intelectual disponible a través de los sindicatos. Pero no es formación intelectual radical. Lo que ha desaparecido es la imaginación radical.

Los tiempos requieren una imaginación radical que vaya más allá de los clichés que la izquierda social-reformista repite constantemente—como “trabajos decentes o buenos,” “salarios justos,” “justicia económica” y “justicia social.” Necesitamos una educación laboral que incorpore una visión distinta de la vida—una vida humanizada, una vida que respete la vida humana. Tal vida es imposible dadas las relaciones de poder de los empleadores, y por tanto, dicha visión requiere una perspectiva que busque desafiar y superar ese poder. Lo que se necesita es una visión socialista

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